No hace mucho leí en una imagen
“no sabemos vivir con nuestra pobreza”. Esa frase me ha hecho reflexionar muchas veces desde entonces. Reflexionar acerca de la pobreza “qué es” “es lo mismo para ti que para mí” “la pobreza es material o personal” “la imagen habla de la Pobreza o de una forma de pobreza”.
Qué es ser pobre es una pregunta para la cuál aún no tengo respuesta. Yo me siento pobre a según qué horas del día y a según qué otras me siento extraordinariamente en abundancia. Supongo, entonces, que la pobreza será, así, un tipo de sentimiento que se siente por uno mismo o por otros. Eso dicho desde la comodidad de alguien que no pasa ni frío ni hambre física. La pobreza ideal y la pobreza real tampoco resuelven el problema, más bien lo complican, pero es inevitable llegar ahí después de lo dicho: la pobreza como abstracto o como tangible; eso sí, ambas limitantes y determinantes socialmente; efectivas cada una a su modo.
Ni soy experta en nada, ni tampoco una santa de aspecto virginal, eso más bien forma parte de otros idiolectos de los que no voy a hablar porque “de lo que no se puede hablar hay que callar”. Me encuentro – cómodamente, por cierto-, en un justo punto medio. Lo que sí soy es lenta (y no lo parece) pero lo soy porque quiero. Nací el séptimo día del año para evitar hacerlo el tricentésimo quincuagésimo octavo del año anterior, que era cuando me tocaba. pensé que sería muy raro tener que ir diciendo por la calle “nací el tricentésimo quincuagésimo octavo día del 80…”. aún perdiéndome el fiestón de ese día en el que, en realidad, se juntas varios días. A diferencia de ese día tan largo de nombrar como de esperar, el día que nací suele ser cada año un día de nada, en suspenso. Soy lenta porque soy terca. Y el ruido de mi terquedad y de las panderetas justo aquellos días me molestó.
A eso también sobreviví.
Y mira que era difícil. Pero aquí estoy. Aquí en mí. Porque mi mí se mueve lenta pero determinadamente hacia. Estira i arronsa. Riza el rizo. Aquí. Lo de que el tiempo es relativo yo no me lo creo. Un minuto es un minuto. Lo que creo es que un minuto se puede estar contando o viviendo infinitesimalmente en todas sus infinitísimas milésimas. Por eso se alarga o se contrae, respectivamente, según se cuente o se viva. Contar cómo sobreviví se alargaría demasiado contando que aún quiero seguir viviendo. Lo que puedo contar es qué se me ha perdido.
Se me han perdido muchas partes del cuerpo en el camino hacia. Concretamente treintaidós. Que yo sepa. Saber de saber. De eso que sabes porque lo ves y porque duele y porque falta. Pero fui muy lista, casi tanto o más que la techné, y supe suplantar a base de implantes y de parné lo que faltaba. Y resultó más bello y más fuerte y quizá demasiado fuerte y es posible que demasiado bello.
Las otras partes que no sé que se me han perdido no las puedo reponer, pero noto su ausencia, por eso no necesito saber de saberlo porque ya lo sé. Así, siempre creo que me falta algo. Que he perdido o voy a perder alguna cosa. Calcio. Linfocitos. Un riñón. Todo ello de peso. Y algo de peso. Tanto que ni la piel se ha repuesto. Por eso lo noto. Porque lo notas. Y porque, aunque no duela, también eso es una falta. Y así lo sé. Y así sé como otros tantos han notado esa ausencia y esa falta y ese dolor. Lo he visto y me ha dolido como cuando te pinchas con las espinas de un cactus o de una rosa o de un jinjolero, según la espina sabes de qué especie es el pinchazo. Pero saberlo ha sido un bálsamo contra este-ese-y-el-otro dolor, esto es: la empatía cura. Unos nos curan y nosotras curamos a otros comprendiéndonos e intentando ponerse en el lugar. Sólo que el curanderismo está perseguido por la comunidad científica, por la techné, esa que puede protegerte a cambio de obediencia y de mucho parné, pese a que esto huela a grana padano. Huela a queso italiano.
El queso también cura.
El queso, en Italia también, tiene alto contenido en triptófano. Esa es mi forma de ganarme la vida. Haciendo dietas con triptófano. Con queso. Y cacahuetes. Y soja. Que son como unos cacahuetes, pero de otra planta que también, en su día, trasplantaron y se acabó adaptando al ambiente. Ahora es la más vendida. La más buscada. Tanto es así que nunca está en su forma líquida. También hago otros tipos de dietas. Pero la del triptófano es la que tiene más demanda. Como el “cacahuete adaptado” de la soja.
Y mira que hay gente alérgica a la soja. Y también hay gente intolerante e intolerable con la fructosa y con el gluten y con la sangre fría frita. Hay que tener mucho cuidado con cosas-estas porque puede darte un choque anafiláctico o emocional, según se cuente o se viva. Hay teorías de la techné que aseguran que no es tanto intolerancia como exceso, esto va en serio, sobre todo con lo de la sangre y con lo del gluten. Las mismas investigaciones concluyen que una solución es cerrar la cosa-puerta-esfínter a según qué horas y en según qué lugares (esa es la explicación más sencilla de por qué las cosas-puertas-esfínteres se pueden cerrar y abrir) para que no puedan entrar esas cosas-otras-en-exceso que hagan devenir intolerante e intolerable a toda aquella parte de ti que tiene que digerir el mundo, literalmente, crudo y sin guarnición tantas veces como “calga” por minuto. Otro día podemos hablar de los que son alérgicos a la soja y a los cacahuetes, eso sí que es loco.
Pero, lo que yo quería contar en realidad en un día como hoy, y mañana, fecha tan especial para las lectoras y los coleccionistas de flores es que no hay dragón con que no se pueda hablar de vegetarianismo -lo de que come princesas es puro cuento- y de explicarle cómo se preparan unas espinacas con tofu y sésamo y que entienda que le aporta todos los nutrientes que necesita para crecer estructuralmente en su cotidianidad. Pero, también de reflexionar acerca de los cultivos extra-extensivos para tanto tofu y de que si no podríamos cambiar el elemento tofu por el elemento garbanzo que es más de aquí y de que sí que da muchos más pedos pero que también podríamos buscar ciertas soluciones a esto.
Y así, parece ser, delibera príncipe con dragonesa acerca de cómo debería ser la huerta del futuro. Qué cosa sería la elemental a tener en cuenta y a qué hay que prestarle más atención y más caso y qué hay que cuidar con más carinyo. Si tendríamos que ser más partícipes de producir lo que comemos y de si es normal verlo solamente dentro de un envase (llámele envase a las redes sociales si quiere) y de si no es una consecuencia lógica de lo anterior el que cada vez dediquemos menos tiempo a los rituales de cocinar (sin llegar al extremismo gastroinsólito actual) y de si no son consecuencias de la consecuencia todos los desequilibrios. Iba a poner un adjetivo a desequilibrios, pero puesto que caben todos lo podríamos formular así: que “para todo x, si x tiene cuerpo y x come en una ciudad de una sociedad occidental, entonces, x tiene desequilibrio”.
Cabe notar que los pueblos siguen siendo reductos donde podemos volver a aprender, reaprender sin reprender, las formas de alimentar y esos pueden ser los puntos de partida para repensar, idealizar, también las ciudades del futuro.
Si Putin quiere,
diuen.