No me dirás que no lo estabas deseando.
Digo esto del coronavirus. Bueno, más que el coronavirus lo de quedarte en casa indefinidamente; que parara este frenesí de rutina. Arriba, abajo. Niños. Atascos. Hasta parece que de tanto desearlo, se ha materializado.
Y ahora, ¿qué? Porque, sí, la primera semana ha sido tipo campamentos, pero en casa. (Voy a hacer un montón de cosas, todas aquellas que nunca he hecho. Y sin salir de casa. Ya verás. Lo peto.). En cambio, la segunda semana ya está siendo bastante diferente. Hasta tienes síntomas, ¿verdad?
Pues no lo entiendo.
Porque si estás en casa, tranquilamente, saliendo únicamente para las compras “fundamentales”, puesto que la mitad se ha quedado sin trabajo y la otra media tiene prohibido ir a trabajar. Pues sí, es por esto. Es, precisamente por lo que estás pensando, que vete tú a saber qué es, pero si hasta te notas síntomas puede que sea por esto que tu mente cabila. En esto o en lo otro.
¿Es eso posible? No lo sé. Lo que sí sé es que los últimos tres días parece que te va a estallar la cabeza con el mismo pensamiento, o con el mismo, pero con diferentes variantes. En realidad, ¿no estás deseando que esto pare, de igual modo que deseaste que parara lo que, al fin, ha parado?