A veces, cuando veo mi reflejo me doy cuenta de que no hago la cara adecuada a lo que estoy pensado y mucho menos a la situación. Sin embargo, hoy puedo decir que soy claramente consciente de ello. Aunque, mejor dicho, antes lo intuía y ahora sé decirlo.
Y ahí está la diferencia principal y es que antes estaba en medio de un río en el que la corriente del agua, por una parte, me llevaba y los vaivenes y arremolinamientos, por otra, me frenaban, o, al menos, me hacían bailar a su son. Parece que cuando la intuición se convierte en aprehensión hay una transformación en una suerte de plataforma suspendida en el agua y un palo para irte guiando.
Sigue siendo precario, pero ya no trago agua sin saber por qué.
El discurso y la acción, o el significado y la cosa (a modo reductivo) deberían indicar o reflejar lo mismo, esto es, la definición debe ser fiel a lo definido, así como el discurso y la acción deberían ser coherentes, ya no para con los demás sino, al menos, para sentirse una satisfecha consigo misma. Veo tres partes necesarias en la coherencia del discurso y la acción: 1) que ambas se encuentren en el mismo momento: no puede ser que esté pensando en algo diferente de lo que estoy haciendo; 2) que ambas sean conscientes de dónde están; 3) que alguna otra parte observe esta igualdad tópica (esta es la problemática).
Pongámonos en el supuesto poco conocido de las preocupaciones para llegar a fin de mes. Nadie piensa ya en esto, pero vayamos a suponer que se da algún extraño caso particular. Se levanta el caso, o el coso, por la mañana pensando ya en la carrera que le espera para conseguir algo de cash para saldar su cuenta con todo el mundo y comer algo. Claro, este extraño caso, o coso, no deja la mente libre para pensar en nada más; para observar nada más; para hacer nada de nada más. Ni si quiera cuando se ducha se mira. Solo mira el agua que traga y que, al vez, le engulle.
Cómo llega el coso del agua a la plataforma con palo suspendida en el agua, es algo que deberemos deducir de manera natural. Pues ya sabemos que hay al menos una plataforma porque la plataforma tiene un palo y si tiene un palo, es que hay plataforma. Bueno, tener claro esto ya es un paso para arriba. Primer paso pues, realizado mediante otro supuesto: hay plataforma con palo. Si la plataforma con palo está arriba es que se puede, de algún modo, llegar arriba.
Vamos a ver si en algún paso del baile con remolinos y vaivenes encontramos un soporte fijo que me ayude a coger impulso hacia la superficie. Y fíjate que sí, que a la que me lo pregunto va y aparece un pedrusco romo romísimo -debido a todo lo que ya he dicho que hace el agua- pero que me sirve, si no a la primera, para empujarme con la fuerza necesaria (no más, que queda rato) para sacar la cabeza, respirar un poco (no mucho, que te dan) y visualizar la situación para lanzarse al siguiente paso. No sé cómo será, pero estoy segura que tocará usar brazo. Brazo para liana verosímil en medio del río. Brazo para coger palo de plataforma. O brazo para coger plataforma con palo. Da igual, las mismas me tienen que conducir a la misma conclusión: puedo subir a la plataforma con palo. Y hasta construirme un barco si me lo propongo.
Por tanto, ese espejo roto, que tanto tiempo llevaba hecho añicos, puede reconstruirse al propio antojo, pues ¿quién dice cuál es la naturaleza del espejo? Lo único que se requiere es prestar atención al espejo y a su reflejo.
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